Diseño Audiovisual I Cátedra Campos-Trilnick

Diseño de Imagen y Sonido. FADU

sábado, 27 de marzo de 2010

Lugar I: Bar



“Cuando era la mitad de viejo, me sentaba

en los bares, me hundía ahí

hasta las orejas

pensando que algo me iba a pasar..."


La suerte no era una dama, Charles Bukowski.



El lugar que elegí es un bar que hace esquina en las calles 50 y 3, en la ciudad de La Plata, ciudad donde vivo.

Es un cálido lugar, donde las lámparas amarillentas emanan una luz tenue que juega por las paredes y los rincones persiguiendo sombras. Las típicas mesas de bar se despliegan por doquier, como un ejército de tableros donde parejas y ex parejas discuten o se prometen vaya a saber qué cosas; algunas otras, contra los ventanales, surgen como trincheras donde refugiarse los días de lluvia, para ver correr a los transeúntes intentando esquivar empapados el chaparrón.

Algunas barras a las que no les faltan codos de anónimos bebedores, como si cada uno fuese todos y ninguno, como si fuese regla del propio bar que siempre haya al menos uno anclado en las butacas.

En un misterioso subsuelo se estiran un par de viejos sillones de cuero. Tentación de muchos en días de piernas cansadas. Sillones que incitan, después de los besos, a buscar colchones.
Además de la gustosa disposición de los muebles en el bar, lo que más destaco es el ambiente que se genera, la música, el bendito humo que se retuerce bajo las luces. Los diarios que se apilonan en el revistero parecieran hablar de otro mundo, crudezas imperceptibles en este lugar, empapado de un silencio de templo, donde al entrar, los oídos aturdidos descansan al fin. A veces acompañados de canciones que bien saben romper el silencio, otras tantas, una música imperceptible arremete tímida contra la mudez intentando no molestar en la lectura, el pensamiento, la mente en blanco.

Un lugar muy íntimo, donde la mejor compañía es uno mismo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Imagen: Just like a woman...


She takes just like a woman, yes, she does
She makes love just like a woman,yes,she does
And she aches just like a woman
But she breaks just like a little girl.

Bob Dylan, Just like a woman.


Ella es una niña, lleva puesto su virginal vestido blanco y el pelo revuelto y amarillo. Aun tiene el cuerpo pequeño, y el rojo escalofrío todavía no ha manchado la sabana, pero conserva en su vientre un potencial de mujer adulta que se deja entrever por el cigarrillo en sus dedos, el reloj en la mano para no llegar tarde a lo que hoy es la risa, el juego.

El trabajo, la prostitución infantil, los coloridos juguetes que cada vez mas antes de tiempo se hunden en los cajones para ir a cumplir “obligaciones”, “responsabilidades”, dolores… En tiempos como hoy, de sonrisas apuradas que se convierten en arrugas precoces, mudando el cuerpo inquieto, sediento de juegos, a la pesada rutina y la alineación en la demencia social que mutilan aquellos fantasiosos personajes por la seriedad mediocre del traje y la corbata.

Es una niña de vestido blanco que juega con un cigarrillo. Para un pedófilo una prostituta, para una prostituta, nostalgia. Para los nostálgicos, el dolor de nuestra adultez, la pureza infantil desvaneciéndose año tras año.

La rigidez de la segunda niña se relaja al conectarse con el tercer personaje del fondo.“Esos locos bajitos” que aquí se ponen zancos queriendo tocar el cielo, lapidando la espontánea inocencia de la infancia con el paso de los años, surcando heridas en las manos que ayer se manchaban de coloridas temperas y crayones, y que ahora se tiñen monocromáticas, como la fotografía a la cual presta su dramatismo, con ardiente grasa de los engranajes de cada fabrica , con la sangre del hermano muerto en la guerra, con la suciedad del materialismo y la ambición que ostenta la sociedad contemporánea. Dejando atrás las rondas entre amigos tomados de la mano girando y girando, siendo intermitente ahora en la adultez, la mano de alguien que quiera ayudarte.

Es aun más impactante la dualidad de los personajes, la dicotomía infancia/adultez, aquella esquizofrenia anacrónica, generaciones en conflicto que enfrentan los brazos flaquitos con pesados vicios entre dedos, con las agujas del reloj marcando en las muñecas el pulso de la sangre. Las manos en la cintura muestran los caprichos y las frustraciones, la incredibilidad de todo un mundo por explorar, la experiencia que va tajando la piel que luego se cicatriza y endurece como un cayo, como la corteza del árbol.

Aquella raíz multicolor y sonriente que aun conserva este tronco todavía verde, esperando recubrirse de aprendizajes para dar extensas ramas al cielo, ofreciendo así, la madures del niño y no la infantilidad del adulto.

(Fotografia utilizada: Sally Mann - Candy Cigarette, 1989.)